Actualmente existen más de 250 diversas
variedades reconocidas de aloe, de las cuales solamente tres o
cuatro tienen características curativas o medicinales
significativas. La más potente de éstas, rica en vitaminas, sales
minerales, aminoácidos, y enzimas es el Aloe barbadensis, conocido comúnmente como aloe vera.
Denominada por los antiguos egipcios la
planta de la inmortalidad, esta especie perenne que puede alcanzar
los 50cm de largo y 7cm de grosor se cultiva para uso medicinal
debido a sus numerosas propiedades curativas.
El aloe vera puede separarse en dos
productos básicos que vamos a utilizar dependiendo de sus beneficios: el gel y el látex. Este látex amarillento, obtenido del revestimiento exterior de las hojas, es conocido como
el jugo de la planta. El gel, por otra parte, es una sustancia de aspecto gelatinoso que encontramos en el interior de las hojas.
El extracto de aloe vera puede usarse
externamente, principalmente para tratar todo tipo de afecciones
dérmicas, siendo un excelente cicatrizante, además de antiséptico
e hidratante. También puede beberse su jugo, ya que favorece la
digestión y alivia las dolencias estomacales. Además contiene lípidos que mantienen la
apariencia de la piel suave y saludable, ayudan a mantener las
células unidas y fomentan la retención de la humedad de la piel.
Por lo tanto, tenemos ante nosotros un gran producto con el que iremos familiarizándonos en futuras entradas y que, espero, se convierta en un básico en nuestros hogares.
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